viernes, 7 de septiembre de 2012

Recopilación

Bueno ya era hora de que actualizase esto un poco. Estos son una serie de microrrelatos que hice hace unos meses para un concurso de justas muy divertido. Para quien le interese puede acceder desde aquí: Ocio Zero, cada cierto tiempo organizan mas. Es un concurso consistente en enfrentarte a otra persona escribiendo un microrrelato, el mejor (votado por unos jueces) pasa a la siguiente ronda y asi hasta quedar el último.

-Lago de nenúfares
La primera vez las sombras se dejaron caer apenas unos minutos antes de desaparecer. Las veces siguientes fueron más generosas, y con gentiles sonidos acompañaron sus siluetas. Pero solo fue en el estremecimiento final cuando las aguas al fin vibraron y suaves ondulaciones aparecieron en la superficie. 

-Carta a
Inspiré profundamente, como tantas otras veces. El frescor del agua envolvía el lugar y por unos segundos pude abandonarme al silencio de la música de nuestro pensamiento.
Espero que regreses pronto.
Lirio de agua.

-Colmena
La escasez empezaba a reflejarse en la crianza y la comunidad estaba nerviosa. Había que tomar una decisión, irse a otro lugar o prepararse para lo peor. Un suave aletear y un movimiento alargado de un ocho renovaron nuestras esperanzas. Al borde de la pequeña charca crecía nuestra salvación.

-
Avanzaba como podía entre el cúmulo de gente, era avasallador, agobiante. Los codos se clavaban por doquier y el griterío era ensordecedor. Notaba como su vista se iba nublando y la respiración acelerándose. La claustrofobia era más rápida que él. Pero lo único que podía hacer era pedir paso y seguir respirando.

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Tomarse un helado, sentir la brisa marina, reír a carcajadas, vengarse de alguien, dar un regalo, mecerlo hasta que duerma, darle la mano, gritar y desahogarse, llorar hasta olvidar la pena, volver a verlo, dormir. Simples deseos de mortales que observo como pierden mientras les arrebato la vida. Les envidio.

-Copos de nieve
El parecido era asombroso, y sin embargo cada uno era único. Una simple bifurcación en un extremo lo hacía inigualable. Nunca volvería a ver uno igual. Lo solté sintiendo que comprendía porque las personas éramos tan diferentes, si hasta los copos de nieve eran tan distintos.

-De la Bastilla al Terror
Los gritos no cesaron ni durante la noche, la gente ocupaba las calles y el miedo y la exaltación se mezclaban como sudor y sangre.
Hacia solo cuatro años la esperanza y la renovación habían ocupado el mismo lugar. Pero la historia nunca permanece inmóvil.

-Moléculas.
Minúsculas, insignificantes y desconocidas. Aquellas que nos dan la vida y nos la quitan siguiendo unas pautas que nos son desconocidas.

-Placer
La sombra se proyectaba alargada en la pared, y los movimientos que mostraba se hacían cada vez más intensos. Cada caricia iba acompañada de un sonido inevitable. La curvatura de los hombros mostraba un éxtasis supremo. El masajista debía ser un experto, aunque mis huesos no dejaban de quejarse.

-Trabajo de campo
Contar los árboles que hay en cinco mil metros cuadrados, arbustos, hongos, fauna y alguna persona extraviada.
Día 1: La zona ha sido arrasada por un incendio.
Día 2: El permiso es concedido.
Día 3: Se anula la investigación de impacto ambiental para fábrica de almohadas.

-Luna
Oculta la cara y distorsiona la realidad. Miente, y sin embargo brilla como si tuviera luz propia. Ha visto todo, nuestros mejores momentos y los peores. La miramos buscando reconocimiento, pero encontramos nuestra propia mirada devolviéndonos la incertidumbre.

domingo, 25 de marzo de 2012

Primer capitulo



Solo hay cinco deberes obligados en esta sociedad, dos voluntarios, y cuatro superiores. A cambio puedes tener todo lo que desees.


Me llamo Irier, tengo veinticinco años y estoy a punto de cumplir el Cuarto Deber o Convenio. Aun no sé cómo conseguí realizar el Tercero, pero no tengo tiempo para recordarlo. Dicen que el Cuarto es el más duro, que si lo consigues de los demás ni te percatas. No estoy seguro de que sea cierto. Pero si pudiera, ahora saldría huyendo. Eso no es posible por supuesto, estoy bien vigilado.

Hay unas diez personas delante de mí que esperan su turno para recibir la inyección. Parecen tranquilas. Sólo un chico parece más nervioso, se balancea y mira las ventanas continuamente. Viste bien, con traje, y hasta tiene maletín, parece bastante joven. Debe de ser un Nivel 3, para poder seguir en ese rango, al cumplir la mayoría tienen que realizar las Cinco grandes sin demora. Eso son quince años. Le compadezco.

 A los de rango inferior solo nos obligan a cumplir la primera, el juramento. Hasta estas ilusionado cuando vas a cumplir tu deber. Aun no conoces el resto. Me aguanto un escalofrío y contengo de nuevo mis ganas de salir corriendo. Al mirar hacia atrás veo una fila de no menos de cincuenta personas.  Un guardia gira la cabeza y yo me vuelvo rápidamente a mirar al frente. Doy un paso más hacia delante, ya solo quedan nueve.

No debiera, pero empiezo a ponerme nervioso. El índice de muerte es menor al uno por ciento, pero sigue existiendo. Hoy aun no ha muerto nadie pero yo debo de andar por la mitad. No me gusta.

Sale un traje rojo y se lleva a uno más. Suspiro, al menos van con relativa rapidez.  Lo más increíble es el silencio, solo se oyen las botas de los guardias al andar. Ni una voz, ni un susurro, ni un estornudo. Estamos bien acondicionados. Yo no estoy en contra del sistema, simplemente no quiero permanecer en él. Desde que comprendí todo lo que suponía quise salir de él. Creo que nadie lo ha conseguido o intentado siquiera. Yo no seré el primero. En cambio se me ocurrido otra cosa. Aunque ahora mismo me la estoy replanteando.

De repente se oye un chillido y los guardias corren a la entrada. Por primera vez los que aguardamos nos movemos y hablamos. Yo miro las puertas como si pudiera ver a través de ellas. Evidentemente no me entero de nada.

-¡Silencio! ¡En su sitio! – Varios guardias ponen orden en la fila y la recorren cada uno por un lado. Realmente es innecesario, a la primera orden ya estaba todo el mundo en silencio y mirando hacia delante. De nuevo ni un sonido.

 Al rato aparecen por la puerta dos trajes rojos junto con otro hombre de rango superior. Van con un transportador y un cuerpo cubierto en el. En la parte de abajo del transporte se ve un maletín. Soy una mala persona, lo sé. Aunque no debiera me siento aliviado. Su muerte no asegura mi vida, pero mejora mis posibilidades.

Los demás que van entrando ya no lo hacen tan tranquilos. A mí me pasa lo contrario. Cuando llega mi turno estoy preparado.

Solo fue un leve pinchazo, ni siquiera dolió. Reconozco que durante el primer minuto posterior no aparte mis ojos del reloj, pero es algo normal teniendo en cuenta que me juego la vida.

En cualquier caso ya esta hecho. Los efectos se irán notando en tres días, y una vez llegue el quinto podre apuntarme al siguiente convenio. Emocionado no es la palabra que me define en estos momentos, pero es la primera vez que se le acerca.

La noche empieza a hacer acto de presencia en la ciudad, y antes de llegar a mi parada las luces ya están encendidas. El primer toque de queda suena cuando cierro la puerta. Por un segundo me planteo volver a salir, ahora tengo derecho a seguir en la calle hasta el tercero, pero no me interesa.

-¡¡Jey tío!!  ¿Cómo te ha ido? ¿Te han cambiado los ojos? ¡¡A ver a ver!!!-

-¡Anda! Si hay un canijo. ¿Dónde está tu padre?-

-Le han vuelto a dar turno doble. Hasta mañana no vendrá.-

-Hum, bueno pues entonces dime tú. ¿Me han cambiado los ojos?- Me inclino y apoyo una rodilla en el suelo mientras soy inspeccionado por mi sobrino. El canijo no tarda en ponerse en faena y realiza una ronda mejor que la de los trajes rojos. Pero acaba decepcionado.

-Sigues igual.-

No puedo evitar reírme ante su cara de decepción, lo cual no hace que mejore precisamente.-Aún es pronto, igual mañana. Pero puede que no haya ningún cambio.

-¡Claro que sí! ¡Los ojos se te tienen que volver verdes! ¡Como mínimo! ¡Mejor dorados, o violetas, o negros! Tienen que tomar un color, no pueden seguir grises.-

Su rotundidad es implacable y solo puedo revolverle la cabeza mientras no dejo de reír ante su entusiasmo.
Por supuesto lo mejor sería que se volvieran negros, pero al igual que a mi padre y mi hermano lo normal es que se vuelvan verdes. Mientras no sean rojos podre superarlo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Resurrección

Increíblemente he escrito una mini historia poco convencional para mi y no tengo muy claro como ha llegado ha formarse en mi mente. Para la posteridad.

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Resurrección

Había vuelto a moverse, era la tercera vez en una semana y no había explicación alguna. Observe durante unos minutos por si hacia algún otro movimiento, pero nada. Solo ocurría cuando miraba de reojo, o al espejo, o, al parecer, cuando su sombra estaba justo enfrente de mí. Absurdo. Por tercera vez creí habérmelo imaginado, e intentando no pensar en ello cogí mi mochila y me dispuse a salir. 

En el autobús fui como un autista mas en el mundo que se rige por el tiempo, y durante todo el trayecto no aparté la mirada de un tatuaje en forma de lagarto. Solo después me di cuenta de la ironía. Por suerte durante dos horas mi querido profesor de filosofía no me permitió pensar y después no me quedo más remedio que trasladarme al siglo XVIII. 

De vuelta al presente me escabullí y salté la valla, como esperaba allí estaba ella. No sé como conseguía siempre llegar antes, era frustrante. Le conté mi pequeña historia que no dudo ni un segundo en creer y solo tardo uno más en tener un plan. Era evidente, si iba a ver una cuarta resurrección era necesaria una grabación. Cuadraba con el modus operandi de no descubrirlo directamente. Como si de una profecía se tratase esperamos durante tres horas a que mi iguana volviera a hacer algún movimiento. Fue en vano. Llegamos a la clara conclusión de que no la gustaba el espectáculo y que prefería la discreción. 

Aun no sé si de verdad me creía cuando contaba esas historias o solo me seguía la corriente. Pero esas fueron las primeras mejores horas que he pasado en mi vida. Contemplándola ahora y viendo como desenvuelve mi iguana disecada solo espero ver su cara y poder fotografiar en mi mente cada detalle de su expresión.

martes, 20 de septiembre de 2011

Mirar no es lo mismo que ver

 Parece que este ha sido un verano creativo y afortunado para mi en ese aspecto jeje. Presentándome a otro concurso con este relato ha salido como uno de los ganadores y lo veré publicado en una revista ^^ (Generación Espontánea, para mas datos xD). No se si conseguiré volver a repetir mi pequeña hazaña pero siempre tendré este para animarme a seguir escribiendo.


 Mirar no es lo mismo que ver

Quema. Hay que dejar reposar el café un poco. Suspiro resignada, por mucho que se pida del tiempo el café siempre llegara caliente. No hay solución. Dispuesta a esperar lo dejo sobre la mesa y me recuesto en la butaca mientras le pego un mordisco a mi bollo. Tras titubear unos segundos me animo a levantar la mirada y mirar a través de la cristalera. Sonrío tranquila, no hay nadie. Me encantan los días de lluvia, la gente apenas sale a la calle, y cuando lo hacen es en solitario, con prisas, pensando solo en el destino, no cabe tiempo para pensar en los sentimientos, es un consuelo. Son prácticamente los momentos de más tranquilidad de los que dispongo. Aun así son pocos y en modo alguno absolutos.  

Aquí mismo por ejemplo, hay dos dependientes detrás de la barra aburridos y charlando entre ellos. Si solo te fijaras en sus palabras, sus sonrisas, el movimiento aparentemente alegre de las manos, pensarías que están contentos, que se encuentran a gusto, o como mínimo que se llevan bien. Aparto la mirada de ellos. Como llamar a lo que he visto ¿falsedad? No, no es la palabra exacta. Supervivencia, adaptación, quizás sean más apropiadas. 

Le toca el turno a la chica solitaria que se encuentra apartada en una esquina. Tiene un libro de texto entre las manos, apuntes desparramados sobre la mesa y un rotulador que balancea entre los labios. Parece nerviosa, y sin duda lo está, pero no por lo que parece. Su obsesión por la hora y el tocarse el pelo a cada minuto la delatan un poco. Pero ante esta sociedad aparental esos gestos pasan desapercibidos, no digamos todo lo demás. 

A parte de con la chica de la esquina comparto espacio con un grupo de amigas que rondaran los cincuenta y que se encuentran de cháchara en mitad de la estancia, por supuesto de cotilleos. Igual les viene de bien la última ruptura del cantante de moda que el lio del hijo de la vecina del tercero. Se las ve divirtiéndose, pasando el rato y energéticas, sin duda tomaron demasiado café. ¿O no? La causa real de que se encuentren tan nerviosas (más de lo normal aunque nadie lo notará) no saldrá a la luz, y aunque todas lo conocen ninguna lo mencionara. 

De nuevo otra farsa, y ya van tres. Cuatro contando conmigo. Yo aparento que no sé nada, que solo veo lo que ven los demás, que actúo como debo actuar, que estoy aquí tranquila, tomándome un café porque me gustan los días de lluvia. ¿Debería cambiar mi actitud? 

Tomo otro sorbo, ya se puede tomar sin que te abrase la garganta. Me olvido de todo y vuelvo a mirar por la ventana. Todo se descubrirá sin que yo tenga que hacer nada, como siempre. Con ese pensamiento tranquilizador dejo vagar mi mente, observo una gota de lluvia corretear por el cristal, una paloma descuidada alzar el vuelo al acercarse un coche y un hombre bajo un paraguas entrando en el metro. Todo sigue su curso, aunque nadie mire, todo continua.

Entonces ¿Por qué miro? ¿Por qué he querido descubrir sus verdaderos deseos y emociones? Si no actúo, si aun actuando no altero nada ¿Por qué mirar a los demás? Ya me estoy torturando de nuevo. La culpabilidad me puede. Culpabilidad por no hacer nada pudiendo hacer, culpabilidad por hacer sin que ellos lo sepan, es un círculo vicioso. Me pregunto si sería más fácil sin tener la habilidad que poseo, ¿a ellos les resultara más sencillo? No parece que se preocupen por eso, nunca he visto que les carcomiera la conciencia.   

Aunque no soy del todo justa, no les mire a todos. Hay una pareja que comparte mi cristal, veo en su reflejo como se toman de la mano y sonríen, ¿será una sonrisa verdadera? No me atrevo a mirar, podrían ser mis abuelos y no quiero saber la verdad, no quiero romper ese hechizo, parecen felices así que deberán serlo.   

¿Para qué descubrir la verdad? La verdad nunca es agradable, no según mi experiencia. ¿Quién querría saber que los dos chicos que se cuentan chistes tras la barra son en verdad un amor frustrado y una homofobia contenida? No has más que mirarles para observar como uno quiere alejarse lo más posible del otro y como este al verlo se encoge en todo su ser y fuerza una sonrisa para que no se le humedezcan los ojos. ¿Y la chica de la esquina? Aparenta su concentración y estar ajena al mundo exterior, pero en verdad está deseando que llegue él a interrumpirla, que la abrace y la saque de allí. Aunque sabe que eso no va a suceder, que aunque siga esperando no aparecerá, y que el moratón de su brazo se lo agradecerá. Las mujeres del corro esconden su propio sufrimiento y preocupación tras las banalidades y cotilleos intrascendentes. Aunque todas ella no tienen en mente sino a la que falta ese día con ellas.

Pero solo vemos lo que queremos ver, y yo aun sabiendo la verdad soy igual.

lunes, 29 de agosto de 2011

Apunté mis palabras en una hoja



Apunté mis palabras en una hoja
y deje que se las llevara el viento,
quiso llegar hasta mi amada 
y darla mis pensamientos.
Pero ella lanzó otra hoja 
que voló por el firmamento,
perdiéndose en la inmensidad del universo.


martes, 23 de agosto de 2011

La migración humana

Hace un par de semanas participé en un concurso de microrelatos organizado por la fnac y fui una de las ganadoras ^^. Así que creo que se merece que lo suba por aquí, aunque sea para releerlo yo de vez en cuando xD


La migración humana


Las reglas para sobrevivir ante una invasión vampírica son simples y solo dos. Lleva siempre crema solar y mantente hidratado.

Si, de acuerdo, no son las más tradicionales, pero sin duda son efectivas. La prueba, estoy vivo. De manera que presta atención y olvídate de puestas de Sol. Vas a pasar mucho tiempo bajo el astro ardiente, algo así como el resto de tu vida así que protégete convenientemente.

Añadiré un par de reglas, estas son opcionales aunque altamente recomendables. Tener un animal de compañía, que corra menos que tú, por simple seguridad. Y llevar un espejo, sobrevivir por sobrevivir termina siendo aburrido, de manera que como mínimo quiérete a ti mismo y de paso cuida tu imagen.

Mi resumen: La mejor forma de no convertirse en vampiro es no compartir su espacio vital, de manera que mantén detrás la puesta de sol y sueña con no ver amanecer.

miércoles, 10 de agosto de 2011

La Cazarecompensas

Relato corto que en algún momento pretende ser uno mas largo aunque no se si llegare a hacerlo, pero la intención también cuenta ¿no? jeje

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Se movía con cuidado por entre las ramas de los árboles, tratando de no hacer ruido y no caerse, se desplazaba hasta la posición que había localizado cuando llegó y tenía la mejor vista del campamento. Se había pasado la noche en vela esperando el momento justo y parecía que este había llegado. Hacía apenas una hora que había amanecido y en el campamento había empezado el movimiento. Era una avanzadilla de espionaje de cinco Nulkdar, aun que también se habían dedicado a saquear las granjas que se topaban a su paso y a matar a los humanos que allí vivían, lo cual aun que era una desgracia había hecho que Orana pudiera seguirles la pista y que además aumentaran el precio de la recompensa por matarlos o capturarlos.

Por fin se situó en la rama del roble, tenía una anchura tan grande como cuatro veces ella como mínimo, eso aunque otorgaba mayor seguridad frente a una caída era un riesgo para la persona pues en ese bosque los árboles tenían consciencia y esta trataba por todos los medio de contactar y unirse con las que lo rodean. De ahí le venía el nombre al bosque de Ablora, conexión en el idioma de los sabios.

 Relajándose y apuntando saco su arco y se dispuso a disparar. Esperaba poder matar al menos a dos de ellos con las flechas antes de pasar al cuerpo a cuerpo. Con cuidado de no hacer ruido apoyo una rodilla en la rama para tener mayor estabilidad y apunto al nulkdar más cercano. Con la precisión que otorga la experiencia atravesó al ser por la garganta sin darle tiempo a dar la alarma ni a emitir ni un sonido. Rápidamente puso otra flecha en el arco y disparo a otra de esas criaturas que se acababa de incorporar al oír el golpe del muerto al caer al suelo, cayó fulminado con una flecha atravesándole en corazón, por desgracia no antes de prevenir al resto de la manada con el grito agudo característico de su raza. Orana permaneció quieta, puede que supieran de su presencia mas no sabían dónde se encontraba. Sin perder la calma dejo el arco y el carcaj en el árbol y de un salto paso al contiguo y se oculto tras él.

No era la primera vez que luchaban contra ellos. La primera vez fue hacia ya un año cuando en una emboscada como esta pero en mitad de la noche empezó el ataque. Fue entonces cuando descubrió la razón de que estas criaturas no hicieran guardia por la noche, no les hacía falta. Los nulkdar emitían todas las noches un olor tan fuerte y penetrante que paralizaba y desmayaba a todo ser que se acercase demasiado en segundos, por suerte y gracias al mal oído de estos seres consiguió sobrevivir. Desde entonces siempre que luchaban era de día y aun que el olor permanecía en el lugar por varias horas en el momento que dejaban de emitirlo se hacía medianamente soportable. No obstante llevaba la boca y la nariz tapadas por un pañuelo grueso y trataría de alejarlos de su campamento para la lucha.

Rápidamente bajo por una cuerda que había dejado preparada por la noche y al llegar al suelo saco las dos espadas gemelas que llevaba prendidas a la espalda. Ahora ya sin importarle el ruido que hiciera corrió hacia su izquierda alejándose del árbol desde el que disparó y bordeó el campamento. Podía oír con claridad como los tres que quedaban estaban recogiendo sus armas y preparándose para enfrentarla, de seguro ya sabían quién era y eso, esperaba, los habría puesto más furioso.

El sonido de sus voces se clavaba en la cabeza como mil demonios, aquellos depredadores compensaban la carencia de la vista y el tacto de una manera aterradora. El ruido que emitían lo usaban para comunicarse pero, como todo su ser, estaba también dispuesto en contra de sus enemigos, en este caso para la defensa. Con el sonido, al igual que los murciélagos veían todo lo que ocurría a su alrededor en un radio de más de veinte metro y en trescientos sesenta grados, nada escapa a “su vista”

Orana llegó a un extremo del campamento velozmente pero ya estaban esperándola. Con sus seis extremidades en el suelo y los cuernos colocados en los hombros apuntándola. Se fijó en ellos atentamente, los cuernos no era otra cosa que unos huesos que creaban las hembras de su raza y que expulsaban dando a luz a sus retoños, solo eran la membrana que los recubría pero era mucho más duro que cualquier hueso humano y de al menos dos metros cada uno. Los nulkdar los moldeaban para crear sus mortales armas y así no tener necesidad de usar sus brazos, aumentando de ese modo su velocidad.

Tendría que actuar primero, echo a correr en dirección contraria. Como había previsto la madre salió en estampida contra ella y rápidamente sus dos machos se pusieron cada uno a su lado, iban directos a la trampa, pero no estaban bien posicionados. Con agilidad la humana salvo la trampa sin mucho esfuerzo pero casi al límite de que la alcanzaran, un estruendo sonó tras ella y sin llegar a volverse supo que uno de ellos había caído y que el otro se hallaba preso. Por desgracia la más peligrosa seguía en pie y mas enfurecida si era posible.

Se encontraba encima de una roca a considerable altura pero la madre no tardaría en darla alcance, balanceó las espadas preparándose para el embiste y observó como ascendía. Vio con asombro como sus cuernos se movían girando sobre sí mismos, pensaba lanzárselos, no se esperaba aquello. En teoría solo tendría que esquivarlos y podrían luchar cara a cara, salvo que la teoría no solía funcionar en el campo de batalla, algo se proponía. Sabía que las hembras Nulkdar solo podían tener dos hijos, y que los tenían de uno en uno, se había extrañado al ver a una hembra con dos cuernos pero no se había parado a reflexionarlo, sin embargo en los segundos que tenia le asalto la duda y las implicaciones de ella, bajo la guardia.

Su enemiga no necesito mas, a la velocidad del rayo lanzó a sus hijos contra la humana, y fallo en ambos casos. La pelirroja ni siquiera había podido moverse cuando notó como los proyectiles pasaban por sus lados y al segundo vio a la madre caer de la roca carente de vida. Sin entender lo ocurrido y con las espadas en alto se asomó para mirar el suelo donde yacía sin moverse el nulkdar. Se giró con rapidez a su espalda para contemplar los huevos que eclosionaban en ese momento. No tenía sentido, las crías nacieron blancas, el color opuesto al de sus padres. Se acercó a ellas con precaución y levantó las espadas.

No llegó a bajarlas, al menos no del modo que tenía previsto. Sin casi darse cuenta había guardado las espadas a su espalda y se había quitado el pañuelo que cubría su boca. No es que no fuera consciente de lo que hacía, es que no tenía más remedio que hacerlo, sabía que era el momento de devolver su deuda.

Hacia al menos dieciséis años su pueblo fue arrasado, nadie quedo vivo excepto ella, debería haber muerto, solo contaba con dos años y ninguna protección. Que se salvara no fue cuestión de suerte, su padre antes de morir la entregó a sus enemigos para que la criaran y que así pudiera sobrevivir. No fue la primera persona al que la hicieron eso ni fue la última. De algún modo una creencia había ido poblando las tierras de Eclorun, la idea era básica y simple, si se deseaba terminar con las guerras y las matanzas los hijos de una raza debían criarse por los padres de otra especie. A estos niños se les llamo Losdes, hijos de la unión, y fueron apareciendo cada vez más durante un periodo de treinta años, pero hacia al menos diez que no se conocía ningún otro caso. Nadie sabe cómo surgió la creencia, pero si se sabe como acabó, esos hijos de la unión no cumplieron lo que se esperaba de ellos, y tal y como era su caso luchaban y mataban a otras razas sin importar cuál fuera, no hacían distinción ni a la que en teoría pertenecían. Eran en su mayoría mercenarios, solitarios, guerreros y asesinos. Lo que esa fe había creado eran una serie de seres que efectivamente no tenían prejuicios contra otras razas, pero tampoco sentían amor ni lealtad por ninguna.

Nadie, ningún ser, podía rechazar a una cría cuando le era entregada en batalla, y tenía el deber de criarla, pero en ningún sitio y en ningún momento se había dicho que hubiera que estar conformes con ello. Los Losdes se habían criado por los cinco territorios de Eclorun y por las seis razas que allí habitaban, todos habían obtenido los mismos resultados, pésimos. Así pues la creencia que había surgido de la nada se evaporo aplastada por la realidad y las luchas que no habían cesado no sufrieron ningún altercado.

Sin embargo nunca antes habían sido entregadas las crías a un Losde y Orana lo sabía. También sabía que no podía matarlos, que tendría que criarlos, pero ella no podía hacer tal cosa. Las crías debían criarse por un pueblo no por una persona, esa era la norma. La elección pues era suya, y ella había envainado las espadas antes de darse cuenta de lo que eso suponía.

Miró a los nulkdar viéndose a sí misma hacia dieciséis años, tendría que cuidarlos, serian los primeros seres criados por otro que no era de su especie y que se había criado por otra raza diferente. Tres culturas reunidas en dos pequeños seres. Quizás no serviría para terminar con las guerras o quizás sí pero las diferentes culturas poco a poco iban reuniéndose y seguirían haciéndolo durante años hasta convertirse en una sola. Eso no cambiaría nada, pero lo cambiaría todo.