Parece que este ha sido un verano creativo y afortunado para mi en ese aspecto jeje. Presentándome a otro concurso con este relato ha salido como uno de los ganadores y lo veré publicado en una revista ^^ (Generación Espontánea, para mas datos xD). No se si conseguiré volver a repetir mi pequeña hazaña pero siempre tendré este para animarme a seguir escribiendo.
Mirar no es lo mismo que ver
Quema. Hay que dejar reposar el café un poco. Suspiro resignada, por mucho que se pida del tiempo el café siempre llegara caliente. No hay solución. Dispuesta a esperar lo dejo sobre la mesa y me recuesto en la butaca mientras le pego un mordisco a mi bollo. Tras titubear unos segundos me animo a levantar la mirada y mirar a través de la cristalera. Sonrío tranquila, no hay nadie. Me encantan los días de lluvia, la gente apenas sale a la calle, y cuando lo hacen es en solitario, con prisas, pensando solo en el destino, no cabe tiempo para pensar en los sentimientos, es un consuelo. Son prácticamente los momentos de más tranquilidad de los que dispongo. Aun así son pocos y en modo alguno absolutos.
Aquí mismo por ejemplo, hay dos dependientes detrás de la barra aburridos y charlando entre ellos. Si solo te fijaras en sus palabras, sus sonrisas, el movimiento aparentemente alegre de las manos, pensarías que están contentos, que se encuentran a gusto, o como mínimo que se llevan bien. Aparto la mirada de ellos. Como llamar a lo que he visto ¿falsedad? No, no es la palabra exacta. Supervivencia, adaptación, quizás sean más apropiadas.
Le toca el turno a la chica solitaria que se encuentra apartada en una esquina. Tiene un libro de texto entre las manos, apuntes desparramados sobre la mesa y un rotulador que balancea entre los labios. Parece nerviosa, y sin duda lo está, pero no por lo que parece. Su obsesión por la hora y el tocarse el pelo a cada minuto la delatan un poco. Pero ante esta sociedad aparental esos gestos pasan desapercibidos, no digamos todo lo demás.
A parte de con la chica de la esquina comparto espacio con un grupo de amigas que rondaran los cincuenta y que se encuentran de cháchara en mitad de la estancia, por supuesto de cotilleos. Igual les viene de bien la última ruptura del cantante de moda que el lio del hijo de la vecina del tercero. Se las ve divirtiéndose, pasando el rato y energéticas, sin duda tomaron demasiado café. ¿O no? La causa real de que se encuentren tan nerviosas (más de lo normal aunque nadie lo notará) no saldrá a la luz, y aunque todas lo conocen ninguna lo mencionara.
De nuevo otra farsa, y ya van tres. Cuatro contando conmigo. Yo aparento que no sé nada, que solo veo lo que ven los demás, que actúo como debo actuar, que estoy aquí tranquila, tomándome un café porque me gustan los días de lluvia. ¿Debería cambiar mi actitud?
Tomo otro sorbo, ya se puede tomar sin que te abrase la garganta. Me olvido de todo y vuelvo a mirar por la ventana. Todo se descubrirá sin que yo tenga que hacer nada, como siempre. Con ese pensamiento tranquilizador dejo vagar mi mente, observo una gota de lluvia corretear por el cristal, una paloma descuidada alzar el vuelo al acercarse un coche y un hombre bajo un paraguas entrando en el metro. Todo sigue su curso, aunque nadie mire, todo continua.
Entonces ¿Por qué miro? ¿Por qué he querido descubrir sus verdaderos deseos y emociones? Si no actúo, si aun actuando no altero nada ¿Por qué mirar a los demás? Ya me estoy torturando de nuevo. La culpabilidad me puede. Culpabilidad por no hacer nada pudiendo hacer, culpabilidad por hacer sin que ellos lo sepan, es un círculo vicioso. Me pregunto si sería más fácil sin tener la habilidad que poseo, ¿a ellos les resultara más sencillo? No parece que se preocupen por eso, nunca he visto que les carcomiera la conciencia.
Aunque no soy del todo justa, no les mire a todos. Hay una pareja que comparte mi cristal, veo en su reflejo como se toman de la mano y sonríen, ¿será una sonrisa verdadera? No me atrevo a mirar, podrían ser mis abuelos y no quiero saber la verdad, no quiero romper ese hechizo, parecen felices así que deberán serlo.
¿Para qué descubrir la verdad? La verdad nunca es agradable, no según mi experiencia. ¿Quién querría saber que los dos chicos que se cuentan chistes tras la barra son en verdad un amor frustrado y una homofobia contenida? No has más que mirarles para observar como uno quiere alejarse lo más posible del otro y como este al verlo se encoge en todo su ser y fuerza una sonrisa para que no se le humedezcan los ojos. ¿Y la chica de la esquina? Aparenta su concentración y estar ajena al mundo exterior, pero en verdad está deseando que llegue él a interrumpirla, que la abrace y la saque de allí. Aunque sabe que eso no va a suceder, que aunque siga esperando no aparecerá, y que el moratón de su brazo se lo agradecerá. Las mujeres del corro esconden su propio sufrimiento y preocupación tras las banalidades y cotilleos intrascendentes. Aunque todas ella no tienen en mente sino a la que falta ese día con ellas.
Pero solo vemos lo que queremos ver, y yo aun sabiendo la verdad soy igual.