domingo, 25 de marzo de 2012

Primer capitulo



Solo hay cinco deberes obligados en esta sociedad, dos voluntarios, y cuatro superiores. A cambio puedes tener todo lo que desees.


Me llamo Irier, tengo veinticinco años y estoy a punto de cumplir el Cuarto Deber o Convenio. Aun no sé cómo conseguí realizar el Tercero, pero no tengo tiempo para recordarlo. Dicen que el Cuarto es el más duro, que si lo consigues de los demás ni te percatas. No estoy seguro de que sea cierto. Pero si pudiera, ahora saldría huyendo. Eso no es posible por supuesto, estoy bien vigilado.

Hay unas diez personas delante de mí que esperan su turno para recibir la inyección. Parecen tranquilas. Sólo un chico parece más nervioso, se balancea y mira las ventanas continuamente. Viste bien, con traje, y hasta tiene maletín, parece bastante joven. Debe de ser un Nivel 3, para poder seguir en ese rango, al cumplir la mayoría tienen que realizar las Cinco grandes sin demora. Eso son quince años. Le compadezco.

 A los de rango inferior solo nos obligan a cumplir la primera, el juramento. Hasta estas ilusionado cuando vas a cumplir tu deber. Aun no conoces el resto. Me aguanto un escalofrío y contengo de nuevo mis ganas de salir corriendo. Al mirar hacia atrás veo una fila de no menos de cincuenta personas.  Un guardia gira la cabeza y yo me vuelvo rápidamente a mirar al frente. Doy un paso más hacia delante, ya solo quedan nueve.

No debiera, pero empiezo a ponerme nervioso. El índice de muerte es menor al uno por ciento, pero sigue existiendo. Hoy aun no ha muerto nadie pero yo debo de andar por la mitad. No me gusta.

Sale un traje rojo y se lleva a uno más. Suspiro, al menos van con relativa rapidez.  Lo más increíble es el silencio, solo se oyen las botas de los guardias al andar. Ni una voz, ni un susurro, ni un estornudo. Estamos bien acondicionados. Yo no estoy en contra del sistema, simplemente no quiero permanecer en él. Desde que comprendí todo lo que suponía quise salir de él. Creo que nadie lo ha conseguido o intentado siquiera. Yo no seré el primero. En cambio se me ocurrido otra cosa. Aunque ahora mismo me la estoy replanteando.

De repente se oye un chillido y los guardias corren a la entrada. Por primera vez los que aguardamos nos movemos y hablamos. Yo miro las puertas como si pudiera ver a través de ellas. Evidentemente no me entero de nada.

-¡Silencio! ¡En su sitio! – Varios guardias ponen orden en la fila y la recorren cada uno por un lado. Realmente es innecesario, a la primera orden ya estaba todo el mundo en silencio y mirando hacia delante. De nuevo ni un sonido.

 Al rato aparecen por la puerta dos trajes rojos junto con otro hombre de rango superior. Van con un transportador y un cuerpo cubierto en el. En la parte de abajo del transporte se ve un maletín. Soy una mala persona, lo sé. Aunque no debiera me siento aliviado. Su muerte no asegura mi vida, pero mejora mis posibilidades.

Los demás que van entrando ya no lo hacen tan tranquilos. A mí me pasa lo contrario. Cuando llega mi turno estoy preparado.

Solo fue un leve pinchazo, ni siquiera dolió. Reconozco que durante el primer minuto posterior no aparte mis ojos del reloj, pero es algo normal teniendo en cuenta que me juego la vida.

En cualquier caso ya esta hecho. Los efectos se irán notando en tres días, y una vez llegue el quinto podre apuntarme al siguiente convenio. Emocionado no es la palabra que me define en estos momentos, pero es la primera vez que se le acerca.

La noche empieza a hacer acto de presencia en la ciudad, y antes de llegar a mi parada las luces ya están encendidas. El primer toque de queda suena cuando cierro la puerta. Por un segundo me planteo volver a salir, ahora tengo derecho a seguir en la calle hasta el tercero, pero no me interesa.

-¡¡Jey tío!!  ¿Cómo te ha ido? ¿Te han cambiado los ojos? ¡¡A ver a ver!!!-

-¡Anda! Si hay un canijo. ¿Dónde está tu padre?-

-Le han vuelto a dar turno doble. Hasta mañana no vendrá.-

-Hum, bueno pues entonces dime tú. ¿Me han cambiado los ojos?- Me inclino y apoyo una rodilla en el suelo mientras soy inspeccionado por mi sobrino. El canijo no tarda en ponerse en faena y realiza una ronda mejor que la de los trajes rojos. Pero acaba decepcionado.

-Sigues igual.-

No puedo evitar reírme ante su cara de decepción, lo cual no hace que mejore precisamente.-Aún es pronto, igual mañana. Pero puede que no haya ningún cambio.

-¡Claro que sí! ¡Los ojos se te tienen que volver verdes! ¡Como mínimo! ¡Mejor dorados, o violetas, o negros! Tienen que tomar un color, no pueden seguir grises.-

Su rotundidad es implacable y solo puedo revolverle la cabeza mientras no dejo de reír ante su entusiasmo.
Por supuesto lo mejor sería que se volvieran negros, pero al igual que a mi padre y mi hermano lo normal es que se vuelvan verdes. Mientras no sean rojos podre superarlo.

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